DIRECCION
Plaza Santa Clara, S/N - 45002
DESCRIPCION
En el casco antiguo de Toledo, en un rincón de la plaza del mismo nombre, se encuentra el Convento de Santa Clara la Real. La historia comienza en 1369, cuando la orden recibió las casas del alcalde mayor de la ciudad para construir su convento.
El convento recibe su sobrenombre ("real") porque allí tomaron sus hábitos las dos hijas de Enrique II de Trastámara: doña Inés y doña Isabel. Esto permitió que la orden contará con distintos privilegios, incluyendo el dinero suficiente para ampliar sus instalaciones, uniéndose mediante el cobertizo de Santo Domingo con las casas situada al otro lado de la calle.
El convento quedó así artículado en torno a dos claustros centrales, conocidos como Los naranjos y Los laureles, que conducen a sus estancias.
Una leyenda asegura que, al estar las hijas del rey en el convento, cada noche le traían las llaves de la ciudad para que las guardaran hasta la mañana del dia siguiente, cuando venían a buscarlas nuevamente.
Como reconocimiento a esta labor, en el siglo XXI el alcalde le dió a las actuales monjas una llave replica de la original.
Las monjas clarisas pertenecen a la orden franciscana, fundada por San Francisco y Santa Clara de Asis en el siglo XIII. Visten hábito blanco o azul con capa turquesa. Llevan toca negra -blanca en las novicias- y un cordón blanco.
La iglesia pertenece claramente al siglo XV y esta conformada por dos naves rectangulares con cabecera pana y rosetones de ladrillo. El retablo mayor fue construido por el Greco y su discipulo Tristán.
A los pies del altar del coro pueden verse las lápidas de pizarra de las hijas del rey, infantas de Castilla.
También se conservan azulejos, altares y pinturas de diferentes épocas. La mismisima puerta del convento es un tesoro pues pertenece al siglo XIV.
Las monjas del convento siguen una estricta rutina: se levantan todas las mañanas a las siete y media y acuden al coro para rezar. La misa es una hora después (ocho y media). Luego desayunan, arreglan sus celdas y se ponen a trabajar en distintas tareas, incluyendo la realización de encuadernaciones para el museo de Santa Cruz y el bordado de escapularios.
A la una almuerzan y a las cuatro se ponen nuevamente a trabajar. A las siete van de nuevo al coro a rezar las visperas. Se cena a las nueve y tienen permiso hasta las diez para ver películas o reunirse a hablar de los sucesos del día.
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